Etapa 8. León – Rabanal del Camino (68,6 km)

Hostal San Marcos - León
Nos despedimos de León pasando por el Hostal San Marcos, cruzando el río Bernesga, afluente del Esla, junto al Hostal, y continuamos siguiendo las flechas amarillas para atravesar lo que para mí es uno de los peores tramos del Camino. A partir de este punto toda la salida es muy incómoda y peligrosa, y hasta Valverde de la Virgen hay que pasar un pequeño calvario por calles, largas avenidas, un polígono industrial, y el arcén de la N-120.
En nuestro empeño de coger cuanto antes el camino que, teóricamente, debería transcurrir paralelo a la carretera nacional, nos despistamos en uno de los numerosos cruces de caminos, que por cierto no estaban tan bien señalizados como otros tramos. Sin embargo, dejándonos llevar por nuestra intuición (más bien orientación), en Villadangos del Páramo dimos con la ruta correcta que nos llevaría hasta San Martín del Camino, y después hasta Hospital de Órbigo.
La primera parada la hacemos en Puente de Órbigo, mítico puente del “Passo Honroso”,
Puente de Órbigo
que luce espectacular, esta vez engalanado por las jornadas medievales que acababan de celebrarse. El paso por encima del puente en bicicleta es sencillamente mágico, pisando el empedrado que nos hace irremediablemente trasladarnos al Medievo.
Una vez en Hospital de Órbigo, atravesado el puente, en la calle principal que tomamos para seguir nuestro camino encontramos un albergue religioso para sellar la credencial, cuyo patio interior emana una paz digna de otra época, entre helechos y piedras húmedas.
Y desde Hospital de Órbigo hasta Astorga, capital de la Maragatería. El terreno, que hasta ahora era ligeramente ascendente con largas cuestas pero muy tendidas y sin dificultad, ahora empieza ya a presentarse con mayores rampas y alguna de ellas mantenidas durante varios cientos de metros.
Crucero de Santo Toribio
Antes de llegar a Astorga, nos detenemos en el crucero de Santo Toribio, excelente mirador sobre San Justo de la Vega, donde podemos apreciar al fondo con claridad la ciudad de Astorga y el monte Teleno.
En Astorga aprovechamos para repasar las bicicletas de Fernando M. y de José Ignacio, que presentaban ligeros inconvenientes en el disco trasero la primera, y un desgaste inusitado de una cubierta en la segunda, que hubo que sustituir. Aprovechamos nuestra experiencia anterior para dejar las bicis en Bicicletas Roberto (Plaza del Obispo Alcolea, de paso obligado en la entrada para ir a la Catedral y al Palacio Episcopal de Gaudí). Roberto se enrolló bien con nosotros, y la verdad que no puso dificultad alguna, aunque el disco de freno de Fernando continuó “cantando” hasta Santiago.
Palacio Episcopal de Gaudí y Catedral de Astorga
Mientras reparaban las bicis aprovechamos para ver los principales monumentos, cercanos entre sí lo que nos facilita los desplazamientos, sellar la credencial en la Oficina de Turismo y para almorzar.  Y en el almuerzo tenemos un susto de muerte. Mientras esperábamos los bocatas vimos atónitos cómo otro cliente del bar, de unos 70 años, caía desplomado al suelo. Estaba de pie en la barra del bar, y tras tambalearse un poco cayó como un cuerpo inerte hasta golpearse fuertemente la cabeza contra el suelo. Tanto es así que comenzó a sangrar de forma abundante, y hubo que atenderle de forma totalmente improvisada hasta la llegada de la ambulancia (que por cierto tardó mucho en llegar, lo que justificaron diciendo que todas las unidades se encontraban fuera). Al poco rato el señor recobró el conocimiento y afortunadamente todo quedó en un susto.
Y ahora sí, una vez abandonamos Astorga comienza la subida de verdad, dándonos cuenta de inmediato de que nos daban la bienvenida los montes de León.
Castrillo de los Polvazares
Escasamente a 4,5 km de Astorga se encuentra Castrillo de los Polvazares, que no está
Castrillo de los Polvazares
precisamente en el paso del Camino, pero merece la pena desviarse casi dos km para adentrase en esta maravilla de pueblo, como salido de un cuento medieval. Sus calles y sus casas conservan todo el singular empedrado de aquella época, lo que unido a la soledad de su travesía hace que nuestra mente no tarde en imaginar los cascos de los caballos desbocados montados por los Templarios, y sus lanzas perdidas, en las habituales cruzadas contra bandidos y maleantes que amenazaban constantemente a los peregrinos.
La población fue declarada Conjunto Histórico - Artístico gracias a su buen estado de conservación.
Aquí el sol calentaba de justicia, y nuestros bidones estaban ya prácticamente secos o con el agua muy caliente. Preguntamos a un vecino (de fin de semana,  se le notaba a la legua) por alguna fuente cercana, y él mismo nos metió a su casa para que cogiésemos el agua necesaria. Amabilidad y hospitalidad que se repite a lo largo de todo el recorrido.
Murías de Rechivaldo
Y tras dejar atrás Murías de Rechivaldo y Santa Catalina de Somoza, llegamos a El Ganso, otro hito histórico de la ruta jacobea. Aquí siempre hay un excelente ambiente peregrino, siendo lugar habitual de final y principio de etapa para afrontar el comienzo de la ascensión a Foncebadón y la esperada y ansiada Cruz de Ferro.
Y tras otros 7 km de eterna subida (estos sí se hacen duros e interminables, para mí más que la ascensión pura y dura del día siguiente), vemos al fondo, tras una de las innumerables revueltas, Rabanal del Camino, cuyas rampas no cesan hasta la misma puerta del hotel. 

Justo enfrente del hotel está la pequeña parroquia de Santa María del Camino, joya indiscutible del románico. Una vez se traspasa el umbral, una abrumadora atmósfera de austeridad y recogimiento nos envuelve. Los sentidos se despiertan para percibir la presencia de los miles de peregrinos y almas que han dirigido sus oraciones a lo largo de tantos siglos dentro de esos muros. Toda ella presenta una sobria sencillez, rota solamente por las ventanas y por dos credencias con arco baquetonado de medio punto dispuestas en el lado del Evangelio y el de la Epístola.
Y justo enfrente de la iglesia, se encuentra el Monasterio
Santa María del Camino
Benedictino San Salvador de Monte Irago, cuyos monjes cantan Vísperas en latín todas las tardes en Santa María, lo que ya se ha convertido en cita ineludible para los peregrinos que acaban agolpándose entre sus maltrechos muros. Y después de las vísperas, un peregrino nos deleitó con un miniconcierto con un gigantesco instrumento de viento celta.
Cocido maragato
Rabanal del Camino es el final de la Maragatería, por lo que teóricamente nos encontramos ante la última oportunidad de apreciar un buen cocido maragato. En honor a la verdad tengo que decir que a mi particularmente no me seduce demasiado, a diferencia del cocido madrileño, que sí me apasiona.

Y como en Rabanal ya estaba visto todo lo que había que ver, después de cenar un corto paseo con cazadora, que aquí la noche refresca, y a dormir, que mañana empieza el baile. 
Como puede apreciarse en esta foto, no éramos los únicos que llegamos en bici.

Rabanal siempre es punto de encuentro 

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