Etapa 11. Sarria - Mélide (61,9 km)

Mojón de Sarria-Faltan 100 km hasta Santiago
Nos separan 100 km de Santiago de Compostela, lo que hace de Sarria el lugar elegido por buen número de peregrinos, a pie, en bici o a caballo, para comenzar su peregrinación y llgar a Santiago con la credencial suficiente como para conseguir la ansiada Compostela.
Hemos descansado como los ángeles y a las 6,30 ya hemos desayunado y partiendo de Sarria, sin que sus calles nos hayan marcado como para recordarlas. Quizá sea por desconocimiento y falta de información, pero sin ser la población más pequeña en la que nos hemos detenido, sí nos ha resultado la más triste y en decadencia de todas.
Y para empezar ayudando a digerir el desayuno, nos damos un calentón del quince para salir de Sarria por el camino original. Se trata de unos repechos primero dentro del casco urbano, y después entre soberbios castaños y matorrales espesos, que no dan tregua. Llevamos pedaleando una hora y nuestro Garmin marca 7 km de ruta. Menudo calentón para empezar a desentumecer los músculos. Eso sí, el paisaje espectacular, metido en la Galicia profunda que tanto recordaremos a lo largo de todo el año.
Desde aquí el camino se hace previsible pero despiadado con el peregrino, sin dejar de subir, bajar, de nuevo subir y vuelta a empezar. Los repechos, eso sí, son cada vez más continuados y con mayor desnivel, o eso es lo que nos parece a quienes ya vamos notando la acumulación de kilómetros en nuestros cuerpos.
Portomarín - Puente
A unos 17 km de Sarria afrontamos un brusco descenso que nos acerca hasta el río Miño, embalsado por el embalse de Belesar . Su puente, de más de 350 metros de longitud, nos acerca hasta el Portomarín de fachadas blancas y tejados grises.  A los lados del río se aprecian restos de antiguas edificaciones que, a primera vista, no se les da ninguna importancia. Sin embargo, los restos son del antiguo pueblo, el Portomarín previo al año 1960, que estaba construido a ambas orillas del Miño y que ahora se deshace bajo las aguas.
Y es que en este año el pueblo se tuvo que trasladar al vecino Monte Cristo, ya que dos
Portomarín
años después se construiría allí el embalse de Belesar para abastecer a una central hidroeléctrica. Por tanto, lo que vemos ahora de Portomarín es una reconstrucción que tiene 55 años. Sin embargo, no todo aquí es de nueva construcción, sino que hubo algunos edificios que se salvaron a la mudanza, como la iglesia de San Nicolás.
Lo impresionante de esta iglesia es que fue trasladada piedra por piedra hasta su actual ubicación en la plaza central del nuevo asentamiento. De hecho, todavía puede verse la numeración de las piedras en el lateral izquierdo.
Portomarín-Puente romano
Destaca su aspecto exterior de fortaleza, ya que antiguamente, además de ser iglesia, era el castillo de la Orden de San Juan. Este edificio, que refleja sus cerca de ocho siglos en el color de sus piedras, es una construcción a medio camino entre el románico y el gótico. En su fachada principal se puede ver un bonito rosetón.
También fueron trasladados piedra a piedra desde su ubicación original la balconada del antiguo Ayuntamiento y la fachada románica de la iglesia de San Pedro. Una suerte que por lo menos no dejaran que estos edificios también se quedaran sepultados por el Miño, y así Portomarín puede conservar algo de su historia anterior a “la mudanza”.
Portomarín-Iglesia de San Nicolás y Ayuntamiento
Lo mismo ocurrió con el viejo puente romano (medieval), reconstruido hasta la última piedra que lo conforma para asentar una escalinata y colocar una pequeña capilla en su parte más alta. Ahora  la entrada al pueblo se realiza a través de uno de sus arcos.
Y dejamos Portomarín después del respiro que supone sentarnos a por el bocadillo de pan tumaca, frente a la iglesia de San Nicolás y después de dedicarle un buen rato a su visita, para volver al terreno rompepiernas que nos seguía esperando, todo un reto a estas alturas, para llevarnos hasta Mélide.
Antes pasamos por Palas de Rei, y lo atravesamos a través de una larguísima cuesta abajo que lo parte en dos, para comenzar a subir de nuevo el sinfín de toboganes que nos sigue exigiendo lo mejor de cada uno de nosotros. Para que nos hagamos una idea de las características del terreno, Palas de Rei se encuentra a 548 metros de altitud, y Mélide, que dista unos 16 km, lo está a 456 metros. Pues bien, esta “bajada” nos hace sudar tinta  con los constantes repechos hasta llegar a la ciudad denominada el templo del pulpo.
Entre Palas de Rei y San Xulián do Camiño, hay un tramo espectacular entre eucaliptos y robles.


Hasta llegar a nuestro destino de hoy hemos encontrado los parajes más sorprendentes que se pueda imaginar. Sin duda estamos ante una de las zonas más espectaculares de España.


Y después de la ducha, ya estamos sentados en la pulpería, organizada en mobiliario y forma a modo de sidrería, y que estaba a rebosar (y no es pequeña, os lo aseguro). En fin, que volvimos a quedarnos como "el Cura de Arnedo". Pulpos varios, navajas, padrón, etc, que con un cafelito  y una tarta de Santiago, nos llevaron directamente a la suerte de matar, o sea, al orujo (nos dejan la botella en la mesa, que error !!!).
En Mélide era tarde y no llegamos a misa; buena siesta, terraza con cervecita, buen paseo, y a dormir con una cena ligerita junto al hotel.

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