Etapa 10. Villafranca del Bierzo – Sarria (74,1 km)

La montaña llega al Camino de Santiago. Hoy es el día de la etapa reina, seguramente la más recordada a la vuelta de nuestra peregrinación. En ella se abandona León y Castilla para entrar en Galicia, en concreto por la parroquia de O Cebreiro: antigua aldea de pallozas hoy restaurada en aras del turismo. El guía hacia la cima es el valle del encajonado río Valcarce, partido por la N-VI y la A-6 y bien poblado.
Además hoy, por fin, nos sumergimos en la tierra de Santiago, la de la niebla y el orballo; la de los castros celtas y de las minas ansiadas por los romanos; de infinidad de lomas, fragas de robles y soutos de castaños.
Inmediaciones de Valcarce
Los primeros kilómetros son de rodar fácil, aunque ya se notan las inmediaciones del puerto, y siempre pica hacia arriba. Paralelo a la carretera discurre un carril también asfaltado para peregrinos, pero en nuestro caso preferimos obviarlo por la cantidad de caminantes que nos encontramos, haciendo difícil el paso de ambos.
El ascenso se hace esperar y no es patente hasta el kilómetro 21 de la etapa, sobrepasado el barrio de Las Herrerías. Nada más salir del pueblo debemos estar atentos para coger el desvío en la bifurcación que indica el comienzo de la ascensión (aunque el terreno viene picando desde Villafranca). El camino de la izquierda es el de tierra, para los peregrinos a pie, y el de la derecha para las bicicletas.

Desvío en el comienzo del puerto. El ciclista de la foto ha tomado la senda de peregrinos a pie, no confundirse


















El camino para bicicletas está asfaltado y  mejora considerablemente el rodar de nuestras bicis, aunque más expuesto al sol y al calor. Los paisajes de la subida son espectaculares.
En nuestro caso dio lo mismo, porque una espesa niebla nos arropó hasta llegar a O Cebreiro.
La bifurcación está señalizada en un mojón, pero hay que estar atentos o de lo contrario la querencia es seguir por la senda, y el error puede pagarse caro. OJO !!!, no confundirse con la carretera comarcal, que apenas se utiliza desde la construcción de los interminables viaductos que nos rodean por encima de nuestros cascos. Unos 500 metros antes de Las Herrerías hay un cruce que divide el paso por esta población, abandonando para ello la comarcal que traemos desde Villafranca. El año pasado no teníamos esta referencia y ascendimos hasta O Cebreiro por la comarcal, y son casi  siete km más de ascensión, con la misma dureza, ya que se da un rodeo por la derecha pasando por Piedrafita.
Es a partir del barrio de Hospital, pasado Las Herrerías, cuando empieza de verdad la subida.
Un duro repecho por asfalto, como salido de la nada, de casi un kilómetro, nos invita a plantear la estrategia, que consistirá en bajar el ritmo endiablado que traíamos desde la salida, disminuir la cadencia de pedaleo,  y acompasar la respiración para dosificar las fuerzas y poder  llegar a la cima disfrutando del festival que nos espera.
La Faba
En tan sólo 7,5 kilómetros hasta O Cebreiro se superan 610 metros. El tramo más duro se encuentra entre el propio Hospital y La Faba, aunque la pendiente continúa siendo muy respetable hasta la cima del puerto, con tramos que superan el 15% con bastante frecuencia. Cuando la inclinación de la carretera se queda en el 10% nuestras piernas notan un auténtico respiro.
Es una subida para contemplar con tranquilidad, y disfrutar en la medida de lo posible el espectáculo que nos ofrecen las vistas a ambos lados de nuestra marcha. Flanqueados desde el bosque de ribera del Valcarce, con soberbios castaños, pasando zonas de helechos descomunales, y contemplando las huertas escalonadas imposibles de cultivar, pero donde los lugareños sacan fuerzas y habilidad, ellos sabrán de dónde, para hacerlas fértiles y productivas. Entre tanto la presencia de vacas pastando es una imagen que se repite durante buena parte de la ascensión.
Festival en la ascensión
Mojón provincia de Lugo
En la ascensión asistimos a un auténtico festival de ciclismo, acompañados en todo momento por grupitos de bicis que, cada uno a su ritmo, se iban formando según el fuelle de cada uno. Entre ellos aparecieron varios riojanos (esa semana se celebra San Bernabé, festivo en Logroño). A nuestro amigo José Ignacio le reconocían enseguida por la publicidad que llevaba en sus bidones, de la tienda de bicicletas de donde procede su Scott.
Aproximadamente dos km antes de O Cebreiro llegamos a Laguna de Castilla, donde nos despedimos de León y entramos por fin en Galicia, concretamente en la provincia de Lugo. No sé si por la niebla o por el cansancio acumulado, pero en esta ocasión no vimos el mojón que indica el cambio de comunidad.
Santa María la Real-O Cebreiro
Y tras recorrer las últimas rampas nos apareció entre la niebla el primer vestigio de O
Entre la niebla
Cebreiro, tan de repente que nos costó creer que ya había concluido lo más duro de la ascensión. Solventado el último kilómetro, llegamos hasta la iglesia prerrománica de Santa María la Real (prerománico gallego del siglo IX), que da la bienvenida a O Cebreiro. En ella se custodia un cáliz románico datado en el siglo XII, y que es objeto de leyenda.
Situado a las puertas de Galicia, O Cebreiro es una pequeña aldea rural totalmente restaurada manteniendo bellas edificaciones en piedra e intercaladas por hermosas pallozas.
El hecho que dio fama europea a esta localidad fue el famoso Milagro de la Eucaristía, o Leyenda del Santo Grial de Galicia. Por el año 1300 un hombre, Juan Santín, que vivía en un pueblo que distaba media legua de la iglesia de El Cebrero, la aldea de
Santo Grial
Cumpliendo con el ritual
Barxamaior, era tan devoto que no cesaba de ir a misa por la lluvia, el viento o el frío. Un día se desató una furiosa tormenta y el sacerdote de la Iglesia pensó que ningún fiel acudiría y por entrar solamente este fiel, para burlarse de él exclamó "¡Cuál viene este otro con una grande tempestad y tan fatigado a ver un poco de pan y de vino!" y dijo que su presencia "no había merecido la pena". Dios, entonces, para castigar la falta de fe y caridad del cura, cuando estaba consagrando el pan y el vino, realizó el milagro de convertir la hostia y el vino en carne y sangre.
Tras visitar la iglesia con la calma y recogimiento que merece, almorzamos sin detenernos demasiado (el frío era amenazador,  y unido a la humedad de la niebla nos ponía en peligro de quedar helados antes de afrontar la bajada).
Además ni mucho menos esto ha terminado, sino que nos toca afrontar ahora las subidas consecutivas a San Roque y El Poio, que sin ser tan exigentes como O Cebreiro, el enfriamiento de los músculos que nos ha producido el parón del almuerzo hace que parezca mucho más exigente de lo que en realidad es. Lo bueno es que a medida que vamos ascendiendo, el tiempo va mejorando llegando a estar completamente despejado en el punto más alto.
Misión cumplida. los 4 jinetes en lo alto del Poio:


Enseguida, tras una breve bajada, llegamos a Liñares,  primera parroquia del día. En Galicia los municipios se denominan concellos, a los cuales pertenecen distintas parroquias que engloban a su vez a distintos lugares o aldeas.
A poco que la niebla lo permita, y en nuestro caso nos dio una tregua, contemplar los valles desde el alto de El Poio es un privilegio que nos brinda el camino y que debemos aprovechar  desde cada ángulo, cuyo colofón es el gigantesco monumento al peregrino, fabulosa figura de bronce que representa un peregrino luchando contra el viento. Cómo no, fotos a discreción antes de comenzar el descenso.
Y desde aquí, el alto del Poio, a 1.334 metros de altitud, afrontamos el último tramo por carretera, una amplia bajada que sabe a gloria, ya con el sol calentando
Monasterio Benedictino San Julián de Samos
nuestras piernas; nos permite gozar de un descenso continuado de más de quince  km, debiendo superar al final los toboganes de los últimos 6 km hasta Sarria.
Antes hicimos la obligada parada en Samos, para contemplar el Monasterio Benedictino de San Julián de Samos. Abadía milenaria, existe constancia escrita de que fue construido en el año 665.  
En estos prácticamente 1500 años de vida monástica casi sin interrupción, alberga esta Abadía la historia de muchos pueblos y hombres que pasaron por ella, celtas, suevos, visigodos, musulmanes, satures, leoneses, castellanos, franceses, etc.
El monasterio de Samos disfrutó de gran importancia durante la Edad Media, lo que se refleja en que poseía doscientas villas y quinientos lugares. En 1558, incorporado ya a San Benito El Real de Valladolid, sufrió un incendio que obligó su total reedificación. La comunidad fue exclaustrada en 1836, con la desamortización de Mendizábal, pero los monjes benedictinos regresaron en 1880. Sufrió otro incendio en 1951, tras el cual fue
Capilla del Ciprés
nuevamente reconstruido dejando ya su aspecto actual. En él se encuentran varios estilos arquitectónicos: gótico tardío, renacentista y barroco. Dispone de una grandiosa fachada barroca que recuerda a la escalinata de la fachada del Obradoiro de Santiago de Compostela. 
Las prisas no nos dejaron detenernos en esta ocasión en la Capilla del Ciprés, a la entrada de Samos. Esta pequeña capilla dedicada a San Salvador es una sencilla obra de finales del siglo IX de estilo mozárabe.  Posiblemente se tratara de una celda monástica. Su planta es ligeramente trapezoidal en la que se distinguen dos cuerpos, nave y pequeña cabecera, y una única puerta de acceso.  Casi adosado a la Capilla se encuentra un gran ciprés milenario de 25 metros de altura y de unos 3,25 metros de perímetro. Está considerado entre los 50 árboles más notables de España. Su parche negro es causa de una herida ocasionada por un rayo. Circula una leyenda que dice que la herida fue ocasionada en 1.926 al prenderle fuego a un panal de abejas que, por causas obvias, se quería eliminar del árbol. El parche cumple la doble función de protección y de ayuda a la regeneración natural del árbol.
Tal como yo me temía cuando diseñé el recorrido (partiendo de la experiencia del primer año, y de las sensaciones que tuvimos en cada recorrido), la etapa, siendo la más larga, no se nos ha hecho ni de lejos la más dura.
Centro de Sarria
Recomendables las terrazas en la misma orilla del río Sarria, habitualmente llenas de peregrinos y con un ambiente tranquilo y acogedor.

2 comentarios:

  1. La foto de Sarria está mal, es una foto de Ourense ciudad.

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    1. Hola, Fran. Disculpa el retraso, pero no había visto tu comentario. Tienes razón, ya la he cambiado. Gracias por la observación y saludos.

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