Etapa 12. Mélide – Santiago de Compostela (52,9 km)

Como de costumbre, a las 6,30 estamos en la cafetería que regenta la familia propietaria del hotel, y desayunamos como Dios manda para afrontar la última etapa. Por tener tienen hasta churros recién hechos. Y son las 6,30 !!!
Iglesia de Santa María - Mélide
Y sin terminar de salir de Mélide, al tomar el camino definitivo hacia Santiago, nos encontramos con una gran sorpresa que no teníamos controlada. Se trata de la iglesia de Santa María de Mélide. El templo es románico de finales del XII, tiene una sola nave y ábside semicircular y alberga la única reja románica de Galicia. Está atendida por un
Reja románica de Santa María
voluntario que disfruta dando todo tipo de detalles sobre la construcción y características del templo. Además en su construcción tiene todos los elementos característicos de la Orden del Temple. Solo con el motivo de visitar esta joya románica y del Temple, y comer en la pulpería Ezequiel, ya tiene Mélide una visita más que justificada.
A partir de este momento nos veremos rodeados entre eucaliptos, especies de hoja caduca y prados, hasta el paso empedrado del río Catasol, afluente del Furelos. Paisaje de postal que nos brinda el Camino.  Este paso empedrado nos obliga a bajarnos de las bicis, pero reconociendo se trata de uno de los bellos rincones que hacen mella en el camino, y que debemos inmortalizar con nuestras cámaras.


Bosque de eucaliptos
Helechos gigantes



Los eucaliptos y los bosques de helechos pueblan cada vez más el paisaje gallego. 

Y los prados, necesarios para la supervivencia del ganado y del mundo rural, se suceden uno tras otro con sus coladas familiares secándose al sol, mientras las vacas pastan a sus anchas sin mirarnos ni siquiera de reojo, acostumbradas al paso de tanto intruso. Gracias a esa densa fronda de eucaliptos nos aislamos del ruido de la carretera, en algunos tramos muy cercana al camino. El aroma que desprenden las hojas secas del camino al ser pisadas por nuestras ruedas, es inexplicable si no se vive, sencillamente espectacular.
Y así, sobre pistas de hojarasca, entre las últimas manchas de eucaliptos reforestados, carballos autóctonos, y robles, llegan las últimas aldeas antes de emprender los últimos repechos. 
Cuando falta poco para terminar nuestra etapa, descubrimos al paso del camino un sitio cuanto menos pintoresco. Es la cantina Casa tía Dolores, donde si quieres almorzar te tienes que someter a lo que quiera darte el particular cantinero, y más vale que te tomes una cerveza Peregrina (cuyos cascos se amontonan a modo de trofeo en la tapia que cierra la terraza), si no quieres que se líe. Eso sí, los bocadillos, sobrados y suculentos. La cuenta también.


Casa Tía Dolores
Una vez reanudada la marcha, y antes de adentrarnos en Santiago ascendemos el Monte do Gozo. El nombre obedece a que desde su cima ya se pueden apreciar las torres de la catedral y el gozo que ello produce al peregrino de todos los tiempos. También se le llama “Monxoy”, al parecer derivado de los gritos de alegría en que prorrumpían los peregrinos franceses al alcanzar la cima; “Mon joie! Mon joie!” que viene a ser “¡Mi felicidad!, Mi gozo”.


Santiago desde el Monte do Gozo
En el Monte do Gozo

Desde la atalaya del Monte do Gozo se obtiene la primera panorámica de Santiago de Compostela y da comienzo un recorrido urbano que concluye a los pies de la fachada barroca de la catedral.

Ya no nos extrañamos al ver la valla de separación del camino repleta de pequeñas cruces. Forma parte de la idiosincrasia de la peregrinación. Un monolito esculpido con el bordón, la
Entrada a Santiago
calabaza y la vieira anuncia la entrada en el municipio de Santiago
Desde el Monte do Gozo tomamos la bajada por las escaleras que realizan los peregrinos a pie, y comenzamos un callejeo algo incómodo hasta colarnos en el centro del casco histórico de Santiago, lo que nos traslada hasta la Plaza da Inmaculada, donde se localiza el Monasterio de San Martín Pinario. Finalmente entramos bajo el Arco del Palacio por un pasadizo, donde se reúnen a tocar los músicos callejeros, para acceder a la Plaza del Obradoiro, donde la aventura termina. Qué sensaciones me produce hacer este tramo de escaleras con la bici a hombros, las gaitas sonando (para nosotros?), y adentrarnos en la Plaza del Obradoiro. En mi caso debo reconocer, otra vez, que con lágrimas en los ojos que las gafas bajo el casco tratan de ocultar.
Conforme vamos girando y adentrándonos en el empedrado, vamos descubriendo cada detalle de la fachada occidental y nos encaminamos al centro mismo de la plaza. Es difícil no emocionarse una vez más. Llegar a Santiago de Compostela como peregrino es una experiencia inigualable y creo que por muchos viajes que hayamos realizado, pocos son comparables a éste.


Lo hemos conseguido !!!

Las etapas de Galicia no defraudan en absoluto ni al primerizo ni al curtido peregrino. Ofrece incontables aldeas de los Concellos de paso, buenos ejemplos del románico, pistas vecinales asfaltadas, sendas y corredores rurales, puentes medievales y pasarelas rústicas. Lejos, muy lejos, aunque sólo hayan pasado apenas doce días, quedan ya los bosques navarros, las cepas riojanas, la vasta meseta castellana. Incluso los montes de León y el mítico O Cebreiro, que franqueamos hace solamente dos jornadas. Santiago, la plaza del Obradoiro y la catedral, ante la que seguimos emocionados, hacen que todo el esfuerzo haya merecido la pena y nos deja una sensación de confort y bienestar que me gustaría compartir con mi familia, que ahora me gustaría tener cerca y echo de menos.
Como si se tratase de un ejercicio de natación sincronizada, dejamos al unísono las bicis en el suelo y nos abrazamos los cuatro, embriagados por la emoción, festejando con saltos en círculo y gritos infantiles lo que hace unos meses era una ilusión, tan solo hace unos días era un sueño por cumplir, y afortunadamente sin percances, ahora se ha convertido en realidad.
Y como si el Santo ya hubiese terminado su trabajo protector, abandonándonos a nuestra mejor suerte, fue dejar las bicis apoyadas en la pared y empezar a llover a cántaros, algo que no había sucedido en toda nuestra peregrinación. Solo del Monte do Gozo al Obradoiro nos cayeron cuatro gotas, que no llegaron a mojar el suelo y sirvieron para refrescarnos.
El manto de Santiago, como hace el de San Fermín en el encierro de Pamplona, nos protegió durante todo el camino permitiendo que hayamos llegado en perfectas condiciones. Hasta las maltrechas rodillas de José Ignacio han llegado en perfecto estado de revista.
Una vez duchados (por cierto, un 10 el hotel en la Plaza de Fonseca, desde cuyas ventanas casi se toca la fachada de la catedral), raudos y veloces a sellar la credencial y obtener la Compostela en la Oficina del Peregrino. Cuando esperábamos nuestro turno nos preguntaron si éramos grupo, y al comprobar que sí (pequeño, pero lo somos), nos pasaron a una oficina inmediata habilitada a tal fin, donde no tuvimos que esperar las interminables colas de los peregrinos individuales. Nos pusieron el sello de Santiago en la credencial y nos dieron la Compostela (opcional y gratuita) y el también opcional Certificado de Distancia, donde aparece el día y el punto de inicio de la peregrinación, los kilómetros realizados, además del día de la llegada y la ruta por la que se ha peregrinado (3 euros este último).
Comemos una buena paella de marisco en la Rúa do Franco, muy rica y con buen vino, pero con un camarero pasado de gracioso y que no aporta nada bueno al mundo de la hostelería, donde tantos buenos profesionales nos hemos encontrado a lo largo del camino.
Y después a cumplir con la visita al Santo, un deseo que desde que planificamos el Camino habita en muchos de nosotros. Consiste en subir por la escalinata de la catedral, admirar el Pórtico de la Gloria, y detrás del altar mayor subir unos peldaños para dar el abrazo a la figura de Santiago Apóstol ante la atenta mirada del “guardián del Santo”. En este momento mágico , cuando podemos disfrutar de la misma perspectiva de la Catedral que los ojos de Santiago,  se concentran en nuestras mentes multitud de deseos, agradecimientos, promesas y oraciones en no más de quince segundos que dura nuestra muestra afectiva, y descender a su sepulcro, donde da tiempo de repasar el repertorio de oraciones que no haya quedado completo en nuestro abrazo anterior.
Santiago apóstol
Pórtico de la Gloria
El Pórtico de la Gloria es un pórtico de estilo románico realizado por el maestro Mateo y sus colaboradores (su obradoiro ó taller) por encargo del rey de León Fernando II entre  1168 y  1188, fecha esta última que consta inscrita en la piedra como indicativa de su finalización. Después de comenzar los trabajos del Pórtico, su taller terminó las naves de la Catedral teniendo para ello que construir una novedosa cripta para salvar el desnivel entre las naves y el terreno de alrededor.

Con el objetivo más que satisfactoriamente cumplido, toca ahora descansar un rato en la terraza del hotel, comprar algún recuerdo para los nuestros, dando prioridad cómo no, a nuestras cómplices esposas, gracias a las cuales estamos hoy en esta nube, y volver a la catedral a escuchar la misa y tomar la Sagrada Comunión. Además y para nuestra sorpresa es viernes, y los viernes han organizado los bares y restaurantes unas jornadas de promoción turística que incluye, entre actuaciones en las calles y precios populares en los bares, que los Tiraboleiros bailen el Botafumeiro en la misa. Son pocos los afortunados que tienen ocasión de presenciarlo cuando finalizan su peregrinación.  O sea, que algo hemos tenido que hacer bien para que el Santo tenga tantos detalles con nosotros.

Y para celebrarlo como merece, unas cañas en los aledaños de la Rúa do Franco y La Raiña, con ambiente festivo y a reventar de gente, y terminamos con la típica mariscada y un buen albariño. 




Esta vez la sorpresa fue para mí, ya que mis tres colegas tuvieron el detalle de sorprenderme invitándome a cenar “por los servicios prestados”. Debe ser por hacer de mecánico en las escasas incidencias que tuvieron nuestras bicis, porque otro mérito no merezco. He disfrutado planificando y organizando este viaje, tanto como realizándolo. Aunque lo verdaderamente especial ha sido haber podido contar con estos compañeros de viaje. Un lujo en todos los sentidos. Chapeau, mes amis !!! Brindo por vosotros y por vuestra amistad. 


Hoy me despido con el grito que lo peregrinos medievales lanzaban al avistar las torres de la catedral compostelana desde lo alto del cerro de Triacastela: “Ultreia”.


Hasta el año que viene... !!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario